Cómo llegué a la medicina funcional
Mi interés por la medicina funcional comenzó cuando fui mamá por primera vez. Desde antes de concebir, sabía que mi estado físico y mental influiría en la salud de mi bebé a corto, mediano y largo plazo. Empecé a cuestionar mis hábitos y a estudiar de forma autodidacta. Fue entonces cuando noté que mi salud no estaba del todo bien, y decidí convertirme en mi propia «mejor versión» a nivel metabólico y mental.
La experiencia con la lactancia fue un punto de inflexión. A pesar de ser ginecóloga y obstetra, pensé que lo sabía todo… pero no fue así. La lactancia me desafió profundamente, aunque logré 25 meses exitosos, enfrenté dificultades que surgieron por falta de información. Esto me impulsó a especializarme en lactancia para acompañar a otras madres en su proceso y evitarles los errores y el sufrimiento que yo enfrenté.
Paralelamente, continué mi camino en la medicina funcional, hasta que decidí formalizar mis estudios. La medicina funcional me cautivó al confirmar que los hábitos son la clave, que es fundamental buscar la causa raíz de los problemas y que todo en nuestro cuerpo está interconectado. Esta medicina, combinada con mi experiencia en ginecobstetricia y lactancia, me permite ofrecer una atención integral y profunda.